El ser humano al nacer es el mamífero más indefenso. Depende de los otros para alimentarse, para los cuidados y para que le protejan hasta que, bastante tiempo después, pueda valerse por sí mismo. El olfato es el sentido más primitivo e instintivo. Hace que un recién nacido sepa dónde está su alimento por su olor y puede incluso reptar hasta el pecho de la madre. Es el tacto y la piel, el otro sentido trascendental en los meses iniciales. Nacemos y necesitamos que nos abriguen, que nos toquen, que nos palpen. La piel es el órgano que les va a transmitir más información del exterior. Notar el calor de la persona que les acuna o abraza, así como sentir el latido del otro corazón, les da tranquilidad y seguridad.